Maquilio era un sombrero. No un sombrero tejano. No un sombrero italiano. Tampoco era de paja, era... un sombrero único, del tipo que no existen. No recuerdo el color, siempre cambiaba de color. Cambiaba con su ánimo. No puedo decir que era blanco. Tampoco puedo decir que era negro o café. Maquilio era un sombrero especial. Olía a una mezcla de madera y tabaco. No era ni ligero ni pesado. ¡Qué orgulloso estaba de sí mismo!
Un día a Maquilio se lo llevo el tiempo. Pero antes de irse quiso que el mundo lo recordara, así que le enseñó a un niño una simple canción (los sombreros no se complican la existencia) y dice:
"Maquilio el sombrero, Maquilio el sombrero"
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